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El castillo de amor

Se cuenta que él se llamaba Juan Pedro y que su nombre era un homenaje a su abuelo que había caminado por 4 semanas hasta llegar a San Juan en Argentina, en pleno invierno, a ver a su amor, la argentina Deolinda. La argentina vendría a hacerse famosa de manera póstuma por haberse muerto, y seguir amamantando a su hijo por 24 horas…

Juan Pedro, a sus 20 años se apasiona por una linda mujer, Violeta,7 años mayor que él, que vivía en su ciudad, Los Andes, a 80 quilómetros de Santiago, justo en la frontera con Argentina. El gran dilema que Juan Pedro tenía es que Violeta era casada y era una mujer feliz en su matrimonio, apesar de no tener hijos ya en edad avanzada para la época.

El año era 1883 y Chile participaba de una terrible guerra, la Guerra del Pacifico, que se llevara a una gran parte de la población masculina de la ciudad, que en esa época no contaba con más de 4 mil habitantes.Los meses se pasaron y el marido de Violeta, en la guerra, no mandara noticias y ninguna carta llegaba hasta que en Octubre se declaró el fin de la guerra y todos salieron a las calles a conmemorar. Juan Pedro se va al Bar del Pedro, donde después de tomar una chicha de manzana[1] bien helada con sus amigos, ve a Violeta pasar caminando, con la cabeza baja y con cara de lloro. Otra vez más Juan le admira su belleza y su amor se siente fortalecido, pero como ninguna noticia del soldado, su marido, había llegado, él se comporta como un caballero y sigue sentado tomando su chicha.

Los meses se pasan y Juan Pedro recibe la noticia de que el marido de Violeta está muerto, lo mataron en Perú, en una batalla, días antes de que el ejército chileno entrara a Lima. Es cuando Juan Pedro decide ir a la casa de Violeta, darle los pésames. Pero él no se contiene y al abrazarla trata de darle un beso, pero Violeta le devuelve la tratativa con una cachetada:

– ¿No ve que estoy en luto? Le pregunta Violeta.

– Disculpe Violeta, es que soy completamente apasionado por usted y quisiera externarle mi amor… Cuando se recomponga, por favor, piénselo. Usted tiene el derecho de ser feliz, mismo después de tan triste noticia.

Los días transcurren, Violeta, entierra a su marido y comienza a pensar en la propuesta de Juan Pedro, pero en esa época, ser viuda era una posición social definitiva, la mujer no tenía una segunda chance y, además debería usar ropa negra para el resto de sus días. Violeta sufre mucho, a pesar de que su marido ya estuviera en la guerra por dos años, así es que ella ya estaba acostumbrada a su ausencia, pero sufría por saber que no lo vería más y que debería pasar el resto de su vida sola.

A fines de año se encuentra otra vez más con Juan Pedro en la fiesta de fines de año en la calle central de la ciudad.

– Violeta, cada día más linda, apesar del dolor haberle quitado la sonrisa de su cara¿Ha pensado en la propuesta que le hice?

– Mucho, me siento sola, pero usted sabe, una viuda debe morirse viuda.

– Yo conozco un sitio en las cordilleras, la invito a vivir juntos allá. Prometo hacerla feliz hasta el último día de su vida, o de la mía.

Violeta se fue, pero siguió por muchos días pensando en la propuesta de Juan Pedro. Su cabeza estaba estática en la propuesta y no aguanta y tiene que contarle su historia a Sofía, su hermana:

– Si haces eso, nunca más te miro en los ojos y sabes que el papá también no te perdonará.

– ¿Pero crees que debo seguir infeliz?

– Infeliz o no, tienes que seguir sola, esa es la vida de esta ciudad.

A los días, Juan Pedro, al atravesar la calle Chacabuco se encuentra con Violeta, la saluda y le pregunta sin esperanzas, si había pensado en su propuesta:

– Si la acepto, y mañana al amanecer del día te espero, para que nos vayamos.

Y así fue, al amanecer fueron vistos caminando hacia las cordilleras y nunca más fueron vistos.

Algunos decían que Violeta era vista seguidamente en la ciudad comprando comida, pero Juan Pedro nunca más fue visto y ni sus papás sabían contar de su destino.

 

Después de 37 años, una Violeta casi irreconocible aparece en la ciudad y se vuelve a vivir en su vieja y ahora casi totalmente deteriorada casa. Sofía se había muerto, así como Juan Pedro y cuando preguntada por su amor, por un vecino ella responde:

– Fue el segundo hombre de mi vida, pero mi más grande amor. Con él, apesar de la pobreza y de las carencias, fui la mujer más feliz del mundo, un hombre digno y muy trabajador. Vivimos por 37 años en las montañas,en una caverna, él me llamaba de princesa y yo lo llamaba de “mi rey”. Él plantó una flor a cada paso que yo tenía que dar para llegar a la ciudad para comprar la comida. Además, el enclavó en las piedras y en las montañas más de mil peldaños para que mi caminada fuera más tranquila hasta la ciudad. Cuando llegaba de la enorme caminada él me esperaba con un rico masaje en las piernas y los pies. Nuestro colchón era de flores y de hojas de algarrobo, el piso de nuestra caverna era hecho de hojas de totora, vivíamos en un castillo de pobres pero siempre muy limpiecito y relleno de amor. A cada cumpleaños mío, él me regalaba una pepita de oro que no sé adónde el encontraba en las montañas. Nunca las usé y guardé cada una de ellas en esta cajita. Violeta le muestra las pepitas al vecino, dejando caer una lágrima…  Percibe que nació para ser solitaria.

Inexplicablemente a los pocos días pasa de ser una viuda pecadora a la mujer más deseada de toda la ciudad.

[1] Chicha de Manzana – bebida elaborada artesanalmente y tradicional de Chile.

 

Autor
Me llamo Alvaro Concha, tengo 4 hijos, vivo en Porto União, en el estado de Santa Catarina, en el sur de Brasil.

 

El castillo de amor
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